Si leísteis el post anterior sabréis que estoy publicando un especial titulado Historia Negra de Hollywood, y si sois algo avispados también sabréis en seguida cuál es el artículo que estoy escribiendo ahora mismo y que ha hecho necesario ver esta película, una de las cintas más famosas de Roman Polanski y que a día de hoy sigue dando que hablar y de la que se prepara un remake en forma de serie de televisión.
Estrenada en 1968 y adaptando una novela de Ira Levin, El bebé de Rosemary tuvo en España una pésima traducción en su título al castellano que destripó la película entera antes incluso de que la pusiéramos. La Semilla del Diablo es a mi parecer una película que ha perdido mucho al desvelarnos en seguida de qué va todo, y haciendo que el espectador pierda la sensación de “mente en blanco” que es con lo que la cinta funcionaría tan bien. Con una impresionante Mia Farrow que luce como cualquier otra mujer en la década de los sesenta, asistimos a una película de de terror que no se basa en sustos ni en situaciones forzadas, sino que navega más bien en el terreno del thriller, siendo “aburrida” si lo que buscamos son sustos o momentos escabrosos, pero que se va construyendo poco a poco hasta la ya por desgracia perdida sorpresa final.
La historia del matrimonio Woodhouse, que se muda al edificio Dakota de Nueva York, es el punto de partida para ahondar en uno de los peores sentimientos que puede tener una mujer: la incertidumbre de si el hijo que lleva dentro tiene algún problema. El embarazo de Rosemary activa la trama en la que unos encantadores vecinos de clase media-alta se despreocupan por ella, ofreciéndole médicos y ayuda para que el bebé llegue al mundo sano y salvo. Pero Rosemary intuye que algo va mal y su sufrimiento es visible en toda la película, incluyendo una decadencia física espectacular y un corte de pelo mítico en la historia del cine. Es una lástima que al saber lo que va a ocurrir, no podamos ya disfrutar de la duda de cuál es el argumento, y de si Rosemary está volviéndose loca o sus vecinos pertenecen en realidad a una logia satánica que hace orgías de sangre con ella. Aun así, la cinta logró dejar huella a mostrar ideas y conceptos vinculados a las supuestas sectas satánicas como el ataque sexual por parte del demonio, las marcas en la piel, o incluso y lo más espeluznante, la idea de que las personas que viven al otro lado de la pared podrían no ser simples jubilados sino pertenecer a una sociedad oscura y secreta, algo muy de moda en la época en la que se rodó y que ha sido imitado hasta la saciedad en otras películas.
Utilizando la atmósfera y la incertidumbre como mejores herramientas para construir la historia, lo cierto es que La Semilla del Diablo es una película que obtuvo una fama innecesaria con los sucesos ocurridos a la esposa de Polanski sólo un año más tarde (o incluso el asesinato de John Lennon). El estreno puso furiosos a los seguidores del Diablo, quienes enviaron montones de cartas al director y la productora llenos de amenazas y acusaciones de desvelar los secretos de las logias satanistas. Sí existían sectas satánicas en los Estados Unidos en aquel entonces (y siguen existiendo a día de hoy), pero no hay forma de saber si quienes escribieron las cartas pertenecían en realidad a dichos grupos o eran simples aficionados a las bromas macabras y gente muy impresionable. Lo cierto es que es una película buena, no mi tipo de cinta ideal, y que se disfrutaría muchísimo más si no supiésemos de antemano cómo va a acabar todo.
